El palacio debe su actual nombre al apellido de sus últimos propietarios, los condes de Castilfalé. ¿Quieres saber más sobre los Condes de Castilfalé y el origen de su apellido?
Historia del edificio
El actual Palacio de Castilfalé es una majestuosa edificación que comenzó a levantarse a mediados del siglo XVI, en pleno Camino de Santiago y en la zona más lujosa de la ciudad renacentista, donde los mercaderes enriquecidos y ennoblecidos situaban sus residencias.
Tiene su origen en la casa que la familia de los Colonia tenía durante la segunda mitad del siglo XV, frente a la puerta norte de acceso a la Catedral, más conocida como la Puerta de la Coronería. Sobre ese solar y otro solar contiguo, el rico mercader de lanas Nicolás de Gauna, mandó edificar al artista cantero Juan de Vallejo y al maestro carpintero Juan de Aras, una residencia acorde a sus necesidades y las de su familia. Sabemos por la documentación histórica, que la construcción del palacio ya estaba en marcha allá por el año 1545.
En 1565 la construcción fue adquirida por el mercader y regidor burgalés, Andrés de Maluenda, que la convirtió en la casa señorial del mayorazgo de los Maluenda. Ya en el siglo XVII pasó a ser propiedad de la familia Brizuela, siendo por eso conocida hasta el siglo XVIII como la Casa de los Brizuela. A finales del siglo XVIII estuvo habitada por Antonio Valdés y Bazán, Bailio General de Marina, quien la vendió a Heliodoro Jalón y Larragoiti, XI maqués de Castrofuerte, quien la convirtió en casa de vecindad. Este hecho inició un proceso de pérdida de protagonismo social y manifiesto deterioro arquitectónico y estético de la edificación.
En el año 1919 adquirió la totalidad del edificio García Muñoz Jalón, sobrino del anterior propietario y I conde de Castilfalé. El nuevo propietario acometió una importante renovación de la histórica construcción, buscando la restauración de su antiguo esplendor arquitectónico y social; junto con su esposa, Asunción de Vinuesa y Bessón, lograron reintegrar el palacio dentro del panorama social de la época.
Tras la muerte del conde en el año 1947, el edificio quedó por manda testamentaria en manos del Ayuntamiento de Burgos para destinarlo a uso museístico, una vez que la condesa también hubiera fallecido. Antes de fallecer en el año 1967, la condesa de Castilfalé volvió a recordar dicho extremo al Ayuntamiento de la ciudad. A pesar de que los legados testamentarios no se hicieron efectivos hasta finales de 1969, el consistorio dejó pasar tras de ello unos años de indecisión sobre el destino del edificio que provocaron su más completo deterioro y ruina.
No es hasta el año 1982 cuando la entonces archivera, Milagros Moratinos, señalara en un informe la idoneidad del edificio para albergar las instalaciones del Archivo Municipal, que hasta ese momento arrastraba serios problemas de espacio en sus instalaciones en las Casas Consistoriales de la Plaza Mayor. El proyecto de rehabilitación fue llevado a cabo por el arquitecto Álvaro Díaz Moreno y tras años de intensa actividad constructiva, la nueva sede el Archivo Municipal de Burgos fue inaugurada el 15 de diciembre de 1990.
Arquitectura
El edificio responde arquitectónicamente a las características comunes en la arquitectura civil burgalesa del siglo XVI: construido en piedra caliza de Hontoria en su basamento y ladrillo en los pisos superiores, su interior se ordena alrededor de un patio central cuadrado de pequeñas dimensiones. La construcción debe su actual aspecto a la transformación realizada por su último propietario, el Conde de Castilfalé, en el año 1919.
De la edificación original se conservan en su exterior la portada principal y en el interior: el zaguán, el patio y la escalera monumental.
La bella portada principal, responde a la tipología más conocida del Renacimiento civil burgalés, con un arco de medio punto, de rosca moldurada y flanqueado por balaustres. Las enjutas aparecen decoradas con dos bichas de extremidades drapeadas y sobre la cartela de la clave del arco se dispone un jarrón con fruta. Encima de la cornisa se encuentra un escudo heráldico inclinado y rodeado de decoración vegetal a modo de lambrequines, con las armas de los Maluenda de la Torre, apellidos de los segundos propietarios de la casa.
Una vez rebasada la portada principal, se accede al zaguán de entrada, del que arranca una monumental escalera de dos tramos, con descansillo iluminado por una ventana de asiento. La escalera desemboca en el corredor y forma una tribuna sobre el zaguán. Sobre un banco en el paso hacia el patio central, volvemos a encontrar otro escudo heráldico con las armas de los Maluenda de la Torre.
El patio central está sustentado en tres de sus cuatro lados por soportes de piedra sobre las que descansan grandes zapatas de madera que sustentan los techados. En el centro del mismo, existe una fuente, que se corresponde con el primitivo pozo del palacio.
El paso del pimer piso al segundo aparece destacado arquitectónicamente con una escalera magníficamente cubierta con un bello artesonado de base octogonal, atribuido al maestro carpintero Juan de Aras. Está reconocido como uno de los artesonado de carácter civil más valiosos de su época y resuelve hábilmente el paso de la planta cuadrada del hueco de la escalera a su estructura octogonal a través de cuatro pechinas. El artesonado está formado por octógonos decorados con casetones y relieves de temas mitológicos.
El segundo piso del palacio se corresponde con las antiguas las salas nobles: el corredor, los salones y el oratorio. A lo largo de las mismas, encontramos numerosos ejemplos de arte mueble de distintas épocas: desde cuadros de importantes pintores burgaleses (Marceliano Santa María, Isidro Gil, Dióscoro de la Puebla...), hasta un arca de caudales de hierro, de estilo flamenco y con tres cerraduras de seguridad, pasando por un barqueño de madera noble con incrustaciones metálicas y de concha. Toda una muestra del suntuoso interior de un palacio remodelado a comienzos del siglo XX que ha podido mantener su magnificencia a lo largo del tiempo.